October 10, 1997

LA FAMILIA, LA SOCIEDAD Y EL ESTADO
COMPROMISOS Y RESPONSABILIDADES CON LA INFANCIA

Luis Julián Salas Rodas

Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales 
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien 

www.bienhumano.org


Sociólogo Director ejecutivo de la Fundación para el Bienestar Humano.
“ La infancia es el período de la vida humana que va del nacimiento a la pubertad”. Diccionario enciclopédico Planeta.
“La infancia es el periodo de formación de la mente, el cuerpo, y la personalidad, durante el cual hasta una privación transitoria puede causar daños y trastornos permanentes para el desarrollo humano”. UNICEF, Estado Mundial de la Infancia 1995.
1. CONSIDERACIONES INICIALES
Entre las consecuencias positivas que aportó la modernidad al desarrollo del género humano está el reconocimiento de la infancia en la historia, la cultura, la medicina, el psicoanálisis, la educación, la familia, la sociedad y el estado. Existencia no en el sentido biológico, que siempre la ha tenido y la tendrá, sino en el sentido de actor y protagonista de su propia realidad. Realidad que no deja de ser objeto de interpretación e intervención del mundo de los adultos.
En las sociedades agrarias donde la familia es al mismo tiempo unidad de producción y consumo, donde la casa, lugar de refugio, descanso y reproducción, está ligada a la tierra, a la parcela que da el sustento para todos, los niños y las niñas cumplen varias funciones de importancia para asegurar la vida familiar: recogen, transportan y almacenan la leña, insumo indispensable para la cocción de los alimentos, acarrean el agua allí donde no se dispone de acueducto; las hijas mayores colaboran con la madre en el cuidado y la crianza de los menores mientras los hijos varones acompañan al padre en las tareas propias del campo. La prole numerosa, resultado de las condiciones de vida y de la ausencia de prácticas de control natal, constituían, además, el seguro para la vejez de los padres; si bien las condiciones de acceso a la salud y a la educación eran precarias, el trabajo infantil constituía una práctica cultural y social que aportaba no solo a la familia sino al desarrollo e integración psicoafectiva de niños y niñas.
La revolución industrial Inglesa rompió en forma abrupta la estructura y funcionamiento de la familia agraria, al separar la unidad doméstica de la unidad de producción [1]. Las nuevas industrias requerían de una población concentrada en sus cercanías la cuál se obtuvo del proceso migratorio campo - ciudad. La falta de leyes laborales, las extensas jornadas de trabajo, los bajos salarios y las condiciones propias de una explotación capitalista a ultranza conllevaron al surgimiento de problemas urbanos y sociales que afectaron especialmente a las mujeres y a los niños. En la “Situación de la Clase Obrera en Inglaterra” de Federico Engels y en las obras literarias de Charles Dikens se reflejan, con minuciosidad y realismo, las extremas condiciones de vida de la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX. Pero fueron esas condiciones aberrantes de explotación las que presionaron al gobierno Inglés a legislar para proteger la salud y la vida misma de los niños. De modo que fueron el sufrimiento y el maltrato y no la filantropía o el altruismo hacia la infancia las que produjeron las primeras leyes a su favor.
La revolución industrial implicó la necesidad de capacitar la fuerza de trabajo asalariada en la medida de los adelantos científicos, técnicos y tecnológicos. Para la sociedad industrial resultaba insuficiente las enseñanzas y socialización que realizaba la familia agraria con sus niños. El jardín infantil, el parvulario, la escuela y el reformatorio fueron las nuevas instituciones creadas para la infancia. La escolarización, la educación básica gratuita y obligatoria se convirtieron en políticas, programas y metas de la sociedad y el estado. Los sistemas pedagógicos tenían como fin preparar a los niños y jóvenes para el trabajo industrial: reglamentos, filas, turnos, silencios, premios y castigos, sobre todo estos últimos v.r.g. “La letra con sangre entra”, hacían del aula de clase un remedo de la planta industrial donde el maestro hacía las veces de supervisor y capataz. La educación autoritaria, dogmática y bancaria, concreción del mundo de los adultos, oprimió por bastante tiempo las mentes y los cuerpos de multitud de generaciones. Por fortuna el movimiento pedagógico, la llamada Escuela Nueva y los avances del sistema educativo crearon en la sociedad una actitud de escucha y de sensibilidad a los intereses, gustos y aptitudes de niños y niñas.
El paso de una sociedad agraria a una sociedad industrial, fenómeno reciente en la historia de la humanidad que sólo lleva escasos tres siglos, trasformó la vida cotidiana, los valores, las costumbres y las formas de sociabilidad humana. La familia, para detenernos en la institución más cercana al niño, pasó de ser extensa, donde convivían varias generaciones, a ser nuclear, dos generaciones; pasó de una familia numerosa a una familia reducida. Algunas funciones fueron debilitadas al ser asumidas por una o más instituciones tales como la económica, la religiosa y la educativa.
Pero en honor a la verdad, el cambio trajo también hechos positivos como la pérdida de poder omnímodo y arbitrario del régimen patriarcal sobre la mujer y los hijos; pérdida suplida por una mayor democratización y comunicación en las relaciones de pareja y entre padres e hijos.
Otro hecho imputable a la sociedad industrial es el cambio en la condición civil, educativa, laboral y familiar de la mujer. La sociedad agraria fijó el rol de la mujer en la vida doméstica, en el cuidado y crianza de la prole y eventualmente, en el desempeño de oficios y/o actividades complementarias. La industrialización dio un golpe de muerte al régimen patriarcal por cuanto minó la base de su poder, cual era hacer del hombre el mayor o único proveedor de la familia. La insuficiencia del ingreso y los requerimientos de la vida urbana (el pago en dinero por servicios que antes se obtenían sin costo), así como la demanda de ciertas ramas de la industria por la mano de obra femenina fue haciendo necesaria la vinculación de la mujer al mercado laboral. El nuevo estatus de coprovidente modificó el rol de la mujer en la familia, la cual fue obteniendo el reconocimiento de sus derechos como ciudadana.
La universalización de la educación, la eliminación progresiva de prácticas discriminatorias contra la mujer y las conquistas del movimiento femenino han incidido, al menos en los países occidentales, en un positivo reconocimiento de la mujer por parte del estado y la sociedad. Estos logros son irreversibles. El ascenso y consolidación del papel femenino no va a detenerse. Los hombres estamos rezagados. Gran parte del sexo masculino sigue desconociendo el liderazgo y protagonismo femenino. Para su bien, para no quedarse sola en su existencia es imperativo y urgente que el hombre repiense su identidad de género y se ponga a la altura de su alter ego.
Bueno, pero lo que interesa no es la narración de las aventuras de mis compañeros de género sino los efectos, positivos y negativos, que la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral ha tenido en la infancia.
El discurso moralista culpa a la mujer trabajadora del debilitamiento de las funciones psicoafectiva y socializadora de los hijos. Este discurso sigue demandando la presencia y permanencia total de la mujer en el hogar para garantizar la crianza y la unidad familiar. En la mayoría de los casos ante la insuficiencia del ingreso del cónyuge o de su ausencia e irresponsabilidad frente a las obligaciones domésticas no queda otra opción que la búsqueda y obtención de un trabajo remunerado de la mujer fuera de la casa.
La familia de la sociedad agraria garantizaba a los hijos, por su doble condición de unidad y de consumo, una presencia y permanencia constante de los adultos en el desempeño de las funciones psicoafectiva y socializadora. El arraigo a la tierra, el poblamiento disperso, la falta de medios de comunicación y de transporte contribuían a la convivencia endogámica de la familia. La sociedad urbana, producto de la industrialización, rompió e hizo imposible la continuidad de esta estructura familiar. La barriada reemplazó a la vereda y la calle a la parcela. El tiempo laboral empezó a ser incompatible con el tiempo familiar. Cada vez se fue haciendo mayor la distancia y el tiempo empleado entre la casa y los sitios de trabajo y estudio.
Como solución al problema, la sociedad y el estado amplían los beneficios legales para las madres gestantes (licencias de maternidad mas prolongadas, subsidios en dinero y/o especie) y la cobertura de salas cuna; guarderías y hogares infantiles que posibiliten el cuidado de los niños mientras la madre trabaja.
Sin tomar partido por los postulados del discurso moralista, puesto que el problema no es de la mujer sino de la sociedad en su conjunto, es una realidad que en la familia urbana de hoy la socialización primaria, la inserción de la persona en la cultura, entendida como la internalización de normas, valores, costumbres, hábitos, reglas esta debilitada.
La función socializadora es un proceso que requiere de tiempo, de coherencia, de presencia y permanencia de figuras de identificación para su culminación satisfactoria en el desarrollo evolutivo de los niños y niñas. Las fallas e inconsistencias de la socialización primaria no alcanzan a ser suplidas por otros agentes socializadores como la escuela, los pares generacionales o los medios de comunicación social.
Y he aquí otro invento de la modernidad con el cual se ha pretendido remplazar la presencia y permanencia de los padres ante los hijos: la televisión; de todos los medios de comunicación es sin lugar a dudas, la que más influencia ejerce sobre el pensamiento, actitudes y conductas de las personas. Casi todos los hogares que disponen de electricidad cuentan al menos con un aparato de televisión; este sí que es permanente y presente en la vida de niños y niñas. La responsabilidad está en el uso y acceso que los mayores permitan o no a los niños. Sin embargo no deja de ser preocupante el creciente influjo y penetración de otras modalidades de adicción infantil como el vídeo juego y las tiendas de máquinas.
“La familia, la sociedad y el estado: compromisos y responsabilidades con la infancia” es el título de la ponencia. Ha llegado el momento de dejar los preámbulos y concretar las respuestas.
2. COMPROMISOS Y RESPONSABILIDADES DE LA FAMILIA
Vanos han sido los intentos de regímenes totalitarios por desaparecer la familia. Esta, ya sea como institución social o grupo primario, es insustituible en las funciones psicoafectiva y socializadora de niños y niñas.
Los estudios del Doctor René Spitz en la década del cincuenta del presente siglo demostraron en forma fehaciente, como la deprivación afectiva y el hospitalismo provocan la muerte del niño en el primer año de vida y cómo éste requiere de la presencia, permanencia y atención amorosa de la madre, o de quien haga sus veces, para establecer un vínculo afectivo, estrecho y una confianza básica en sí mismo y con los demás, base indispensable de la autonomía, el autoconcepto y la autoestima.
El afecto entendido como la aceptación emocional y sentimental del niño por parte de los padres y la familia unido a la posibilidad de contar con adecuadas figuras de identificación para el proceso socializador constituyen el mayor compromiso y responsabilidad que le compete a la familia en relación con la infancia.
Retomo las palabras de la especialista en familia María Eugenia Villegas profesora del departamento de pediatría y puericultura de la Universidad de Antioquia: ”El niño a partir de una buena relación afectiva con ambos padres y de un contexto sociocultural en el que encuentre elementos que lo gratifiquen y reafirmen, logra construir una imagen de sí mismo con la que se siente comprometido y puede edificar su propio proyecto de vida, lo que le ayuda para la convivencia en el grupo humano en el que se desarrolla”.
“En la familia que toma como opción la crianza humanizada el niño incorpora los elementos que le permiten construir un concepto de sí mismo y una estructura emocional que lo conviertan en un adulto maduro, autónomo, solidario y feliz ” (VILLEGAS, 1996). [2]
La conservación y reproducción de la especie y la formación de personas son dos tareas esenciales de la familia. Para su cabal cumplimiento requiere de la sociedad y del estado apoyo efectivo mediante el reconocimiento, valoración y aplicación de políticas, programas y recursos económicos.
Está suficientemente comprobado que las causas más próximas que explican la existencia de problemáticas sociales como el gaminismo, la prostitución infantil, la drogadicción, la indigencia, el abandono, la delincuencia juvenil, el maltrato infantil y el abuso sexual, tienen su origen en la familia. Si esta falla en el cumplimiento de sus funciones básicas las consecuencias negativas las padecen y pagan la sociedad y el estado. De ahí la importancia de atender, proteger, apoyar y asistir a la familia.
Antes de pasar a los compromisos y responsabilidades de la sociedad una última observación sobre la familia. En algunos círculos se afirma y vaticina la desintegración de la familia; ¡se acaba la familia! Anuncian los más pesimistas. ¡No!. La familia no se está desintegrando o acabando, ella se encuentra en un proceso de transición, de reacomodamiento ante los cambios demográficos, políticos, económicos, sociales y culturales. Como toda creación humana la familia no es inmodificable, ella es influenciada por los cambios de su entorno.
Hay quienes, personas e instituciones que propugnan por el mantenimiento a ultranza de la familia nuclear (papá - mamá e hijos) y ven en la aparición de otras formas de organización familiar una amenaza para la estabilidad social. Para su tranquilidad puede decirse que la familia nuclear sigue siendo mayoritaria en los países iberoamericanos. Mayoritaria mas no hegemónica.
Las nuevas tipologías familiares son la respuesta a las exigencias del proceso de transición. Una determinada tipología familiar no garantiza “per se” el cumplimiento de las funciones; lo importante es que la función se realice en forma adecuada independiente de la tipología. ¿Qué conviene mas a un niño, una familia nuclear completa donde el padre es alcohólico y maltratador y la madre sobreprotectora o una familia monoparental donde el jefe (a) superstite desempeña con amor y responsabilidad las funciones familiares?.
Para que la familia pueda cumplir sus compromisos y responsabilidades con la infancia es menester que asuma un liderazgo y protagonismo ante la sociedad y el estado. La familia siempre ha sido sujeto de reflexión, intervención y planificación por parte de los agentes externos según particulares intereses y objetivos. Ha llegado la hora que la familia sea un agente activo y participante de la vida local, regional, nacional y mundial. Abuelos, padres, madres, adolescentes y niños, lo que académicos llaman hoy género y generaciones, deben unirse en torno al fortalecimiento de la familia, asumir sus deberes y exigir de la sociedad y del estado el cumplimiento de los derechos y prerrogativas que a ella le competen.
3. COMPROMISOS Y RESPONSABILIDADES DE LA SOCIEDAD
El artículo 42 de la Constitución Política de Colombia de 1991 consagra la familia como núcleo fundamental de la sociedad. Este reconocimiento explícito señala la importancia que desde la ley y el ordenamiento jurídico ha alcanzado la familia. ¿Porqué el estado define el rol de la familia de manera tan enfática? . Para dar respuesta a la pregunta pongámonos de acuerdo en la noción de sociedad.
Los sociólogos hemos hablado y pontificado más de la cuenta acerca de lo que debe entenderse por lo social. Daré la palabra a un filósofo contemporáneo, Edgar Morin:
“ ... Un proceso recursivo es aquel en el cual los productos y efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de aquello que lo produce. Reencontramos el ejemplo del individuo, somos los productos de un proceso de reproducción que es anterior a nosotros. Pero, una vez que somos producidos, nos volvemos productores del proceso que va a continuar. Esta idea es también válida sociológicamente. La sociedad es producida por las interacciones entre individuos, pero la sociedad, una vez producida, retroactúa sobre los individuos y los produce. Si no existiera la sociedad y su cultura, un lenguaje, un saber adquirido, no seríamos individuos humanos. Dicho de otro modo, los individuos producen la sociedad que produce a los individuos. Somos, a la vez, productos y productores ‘’ (MORIN, 1990 –106 - 107).
Con el debido respeto al profesor Morin añadiría que es por medio de la familia como la sociedad produce los individuos que a su vez producen la sociedad. Es una interrelación sistémica, integral: Individuo - familia - sociedad. Si la familia es el núcleo fundamental de la sociedad, es deber de esta última y del estado garantizar la protección integral de la familia por cuanto de ella dependerá, en gran medida, la formación de individuos y sociedades sanas.
El estado y la sociedad están obligados a proporcionar a la familia las condiciones y medios necesarios para su completo desarrollo: vivienda, empleo, salud, educación, seguridad social, servicios públicos son indispensables para que la familia cumpla con sus funciones de reproducción, socialización y protección psicoafectiva. La pobreza, entodas sus manifestaciones, constituye el mayor obstáculo que enfrentan las familias colombianas en dicha tarea. De ahí que el mayor compromiso y responsabilidad que competen a la sociedad en relación con la familia y la infancia es la superación de la pobreza como condición de vida del 45% de la población Colombiana (17’000.000 millones de personas). No hay que efectuar sesudos estudios para determinar las consecuencias nefastas que una vida de pobreza genera en la población infantil. La falta de un ingreso adecuado y estable, el hacinamiento, la promiscuidad, la mortalidad y desnutrición, la no-escolarización y la deprivación material y afectiva lesionan en forma grave el desarrollo infantil.
La concentración de la propiedad, la desigual distribución del ingreso, la falta de empleo y oportunidades, la segregación socio - espacial son factores restrictivos para la erradicación de la pobreza y por ende para un mejoramiento de las condiciones de vida de la infancia.
La pobreza como fenómeno generalizado penetra todas las estructuras de la sociedad, especialmente la familia. La socióloga Yolanda Puyana ha investigado a fondo el impacto de la pobreza en la vida familiar. Ella ha acuñado el concepto de “Socialización para el sufrimiento” para describir y entender la manera como se lleva a cabo la socialización primaria en familias pobres de jefatura femenina. No voy a detenerme en ello. Los remito al texto de la autora en mención.
La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social realizada en la ciudad de Copenhague, Dinamarca en marzo de 1995, con la asistencia de 134 jefes de estado y de gobierno, propuso el fomento de la integración social como un programa de acción definida, así:
“ El propósito de la integración social es la creación de una sociedad para todos, en la que cada persona, con sus propios derechos y responsabilidades tenga una función activa que desempeñar. Una sociedad tan integrada como esa debe basarse en el respeto de todos los derechos humanos y todas las libertades fundamentales, la diversidad cultural y religiosa, la justicia social y las necesidades especiales de los sectores vulnerables y desfavorecidos, la participación democrática y el imperio de la ley ” (CUMBRE DE DESARROLLO SOCIAL, 1996).
Integración social significa cohesión, no-discriminación, tolerancia, respeto, diversidad, solidaridad, participación, igualdad, justicia y equidad. Integración es todo aquello que tienda a eliminar la exclusión.
La Cumbre Mundial de Desarrollo Social enunció acciones en cuanto a la integración social y responsabilidades de la familia.
“ La familia es la unidad básica de la sociedad y, en cuanto tal, debería reforzársela. La familia tiene derecho a recibir una amplia protección y apoyo. En diferentes sistemas culturales, políticos y sociales, la familia reviste diversas formas. El matrimonio debe contraerse en el libre consentimiento de los futuros esposos, y el marido y la mujer deben ser asociados en pié de igualdad”.
“ La ayuda a la familia en sus funciones de apoyo, de educación y de crianza, que contribuyen a la integración social, debería entrañar:
a) El fomento de políticas sociales y económicas destinadas a satisfacer las necesidades de las familias y de sus miembros, especialmente de los miembros más vulnerables, prestando especial atención al cuidado de los niños.
b) El aseguramiento de oportunidades para que los miembros de la familia comprendan y cumplan sus responsabilidades sociales.
c) La promoción del respeto mutuo, la tolerancia y la colaboración en el seno de la sociedad.
d) La promoción de una asociación en pié de igualdad entre la mujer y el hombre en la familia ”(CUMBRE DE DESARROLLO SOCIAL,1995).
En la medida que erradiquemos la pobreza, logremos una mayor integración social, una efectiva participación ciudadana y comunitaria podremos obtener resultados positivos en el mejoramiento de la situación de la infancia. El profesor Bernardo Kliksberg del Instituto Interamericano para el desarrollo social de Washington D.C señala el carácter discriminatorio de la pobreza hacia los niños:
“Las tendencias en curso han llevado a una acentuación de la pobreza en el sector más débil de la población, los niños. Según resaltó recientemente Carol Bellany, directora ejecutiva de UNICEF, de un total de 237 millones de menores de 16 años, 118 millones son pobres. La tercera parte de ellos se halla en la indigencia. 600.000 niños perecen anualmente por causas que podrían evitarse. Bellany sintetiza la situación destacando que los niños llevan la peor parte de la pobreza y del extremo desequilibrio en la distribución de la riqueza que existe en casi todo el hemisferio ” (KLIKSBERG, 1997).
“El Banco Mundial plantea la existencia de cuatro tipos de capital en una sociedad: Los activos naturales integrados por la población de recursos geográficos originarios de la misma, los activos producidos por la acción humana desde infraestructura hasta medios financieros, el capital humano conformado por la población, y el capital social integrado por los valores, las instituciones y las pautas culturales entre otros aspectos” (KLIKSBERG, 1997).
El profesor Kliksberg llama la atención sobre las posibilidades de la acción cultural como oportunidad para el cambio social. La Red Interamericana de Información sobre niñez RIIN da cuenta de 3.000 instituciones que trabajan con la niñez en la región.
Según datos de la Fundación Interamericana Colombia es el país Iberoamericano con el mayor número de ONG, 5.436 que representan el 46.1% del hemisferio. ¿Cómo es posible que con semejante capital social de instituciones la situación de la niñez no mejora substancialmente?. La dispersión, la atomización y la falta de un trabajo interdisciplinario,iInterinstitucional e intersectorial se han convertido en “obstáculos culturales” para una acción efectiva en favor de la infancia.
La remoción de “obstáculos culturales” es otro compromiso y responsabilidad que debe asumir la sociedad en beneficio de la infancia. No basta con penalizar conductas como la violencia intrafamiliar, el maltrato infantil y el abuso sexual si estas hallan respaldo y continuidad en la cultura. La Antropología ha señalado que la pobreza no es siempre concomitante con prácticas lesivas a la unidad familiar y a los derechos humanos.
El abandono de los menores y la ausencia paterna son aún prácticas arraigadas en amplios sectores de la sociedad colombiana; se hallan instaladas en la cultura, pero no son inmodificables. La educación familiar preventiva es una estrategia válida para combatirla.[3] Los valores positivos de solidaridad y cooperación son parte fundamental del éxito alcanzado en programas sociales dirigidos a la familia y los niños como es el caso de los Hogares Comunitarios del ICBF, modelo mundial.
Retomo al profesor Kliksberg:
“La actividad cultural puede constituir un instrumento maestro para la promoción de la articulación social. El fortalecimiento de dicha articulación resulta a su vez una condición clave para que las comunidades humildes puedan participar en forma real y efectiva en el diseño y la gestión de los programas sociales, con todos los beneficios que ello implica en términos de acercamiento de los mismos a sus necesidades, eficiencia de su funcionamiento y control social de su marcha ” (...) La labor cultural puede aportar elementos relevantes al fortalecimiento de la unidad familiar. En dicha labor las familias pueden encontrar apoyos para algunos de sus problemas y fuentes de estímulo. Pueden así mismo encontrar valores y tradiciones que reforzarán sus mecanismos de defensa para proteger la familia, asediada por condiciones externas desfavorables. (...) La acción cultural puede ser un factor crucial en mejorar la autoestima de la población pobre. El cuidado de una identidad cultural fuerte y productiva, puede dar elementos de autorreconocimiento cruciales frente a las situaciones de desvalorización permanente que afrontan. La elevación de la autoestima colectiva e individual, puede a su vez ser un motor poderoso para el redoblamiento de sus luchas y la concepción de nuevas iniciativas” (KLIKSBERG, 1996).
Resumiendo. Cinco serían los compromisos y responsabilidades de la sociedad para con la infancia:
· La erradicación de la pobreza
· El logro de una sociedad más integrada
· Una coordinación efectiva de todos los organismos no gubernamentales y comunitarios que conforman el capital social de la infancia
· La remoción de “obstáculos culturales” mediante una eficaz acción cultural
· El apoyo y reconocimiento real de la familia como célula fundamental de la sociedad.
4. COMPROMISOS Y RESPONSABILIDADES DEL ESTADO CON LA INFANCIA
El estado es nuestro tercer actor en escena. Su actuación depende de su concepción y del modelo de desarrollo que él adopte. Existen diferencias significativas en la formulación y aplicación de las políticas sociales entre un estado paternalista y un estado Neoliberal, si bien ambos estados hayan fracasado en mejorar la calidad de vida de la infancia.
La Constitución Política de 1991 afirma que Colombia es un estado social de derecho. En consecuencia, reconoce como mandato del estado la protección de los derechos de la familia, del niño y otros grupos poblacionales. Este reconocimiento es, no seamos mezquinos, un avance notable pero insuficiente. Insuficiente en la medida que el estado (ministerios, entidades descentralizadas y territoriales) no logra alcanzar las metas que se fija, desarrollar los programas que formula y atender, sin recortes, los requerimientos presupuestales de la política social. El problema de la política social en Colombia es que es una política de gobierno y no de estado. Cada administración pretende partir de cero y dejar su impronta.
El país requiere de una política social de estado integral, coherente y con continuidad. La política social debe incluir a todos los sectores y estratos socioeconómicos, con preferencia a los más vulnerables, favorecer la cohesión social y posibilitar la satisfacción de necesidades básicas y fundamentales de toda población. Es función indelegable del estado el formular la política social teniendo en cuenta, bajo los mecanismos de participación ciudadana, las demandas e intereses de los distintos sectores sociales. Sin política social la sociedad es incapaz de superar la pobreza.
¿Cuál podría ser el temario de la agenda de la política social del estado en relación con la infancia? ¿Cuáles sus compromisos y responsabilidades?. Hace tiempo que la agenda está escrita y firmados los compromisos y responsabilidades. Colombia ratificó mediante la ley 12 de enero de 1991 la Constitución de los Derechos del Niño y firmó en 1992, en la Cumbre Mundial en Favor de la Infancia, la Declaración para la Supervivencia, la Protección y el desarrollo de la Niñez.
En el año de 1994, Humberto Rosas, representante de la UNICEF en Colombia, dijo en un foro sobre la Política Social en los Noventa:
“Colombia formula y lanza el “Plan de acción en Favor de la Infancia PAFI”. En él se establecen sesenta metas de diferentes tipos: global, sectorial, de apoyo, referidas a problemas o aspectos de salud, nutrición, atención preventiva, protección especial, educación, agua potable y saneamiento básico, estas metas son fijadas para ser alcanzadas en el año 2.000 porque es un plan que se plantea para toda la década. Aunque las metas finales son en el año 2.000, se han fijado metas intermedias para ser alcanzadas entre 1994 y 1995, porque en 1994 habrá, cambio de gobierno y 1995 es mitad de década, tiempo de evaluación de los avances y logros de la primera parte” (...) Problema central es cómo darle continuidad a este programa: Ahora que se va a producir el cambio de gobierno se corre el riesgo de que el plan sea visto, o bien como un programa de la UNICEF, por haber sido la agencia de Cooperación que más lo ha impulsado, o como un programa del actual gobierno. Si bien el Presidente Gaviria fue el que firmó la Declaración y adquirió una serie de compromisos, no lo hizo como gobierno de turno sino como representación del estado colombiano; por tanto, es un compromiso que ha adquirido el país y que seguirá vigente una vez cambie el gobierno.
Esa es la gran encrucijada en que nos encontramos en estos momentos; si logramos superar ese escollo, si el próximo gobierno lo asume como suyo, el programa estará salvado; muy seguramente se alcanzarán las metas y los principales beneficiarios serán los niños a los que está dirigido ” (ROJAS, 1994).
Para tranquilidad de todos, el gobierno de la gente, la administración Samper, lo acogió, no sin antes abreviarle el nombre y hoy se denomina “Pacto por la Infancia”.
Aún le queda otra encrucijada, que el próximo gobierno de 1998, también lo acoja no importando que, nuevamente, le abrevie o le cambie el nombre.
El asunto de los compromisos y responsabilidades del estado con la infancia no es de formulación de política social, la hay; tampoco de programas, proyectos, líneas de intervención o acciones, (el problema es su cuantía y descoordinación); ni de recursos económicos, los sigue habiendo a pesar de los consabidos ajustes fiscales; ni de instituciones dispuestas al trabajo con la infancia, están todas las adscritas al Sistema Nacional de Bienestar Familiar. El asunto crucial es si hay una verdadera voluntad política de estado, a todos sus niveles, por cumplir los compromisos y responsabilidades con la infancia. Si la voluntad política es real, persistente, consecuente, firme y obsesiva conducirá a que todos los estamentos de la sociedad civil y la familia misma se movilicen al unísono por la misma causa. El solo cumplimiento de los derechos de la niñez consagrados en la Constitución Política sería garantía de una positiva acción estatal en pro de la infancia.
5. CONSIDERACIONES FINALES
De cara al tercer milenio se avizora la consolidación de la sociedad post-industrial, donde la globalización y la informática imprimen su sello a la cotidianidad personal, familiar y social. En los países occidentales quedan aún, en zonas apartadas y de difícil acceso, estructuras y relaciones pertenecientes a la sociedad agraria. Se acentuará la tendencia de la población a vivir en centros urbanos. Tal es el escenario en el que se desarrolla la vida de las familias y de los niños. ¿Terminará el período de transición y reacomodamiento de la familia?, ¿Seguirá siendo mayoritaria la familia nuclear?, ¿O más tipologías tomarán su lugar como la familia virtual?, ¿Se reducirá aún mas el tiempo de convivencia de la pareja y los hijos?, ¿Se seguirá debilitando la función psicoafectiva y socializadora de la familia?, ¿Sé mejorará en términos cuantitativos y cualitativos el estado mundial de la Infancia?, ¿ Podrá reconstruirse el tejido social y calidad de las relaciones interpersonales?. Son estas algunas inquietudes, suficientes para dar ocupación a quienes estudian la prospectiva de los fenómenos sociales.
Siempre se ha dicho que los niños y las niñas son el futuro de la humanidad. El ciclo vital es inexorable, los niños de hoy serán los adultos del mañana. Nada puede oponerse al relevo generacional. Pero aún se dejan sentir voces de autoritarismo, represión y mano dura con la infancia. Círculos de maestros, padres y defensores persisten en aplicar medidas de internamiento institucional que protejan a la sociedad de la amenaza de una infancia desbordada. Se sigue maltratando y abusando. Continúa el desconocimiento de los derechos universales de la niñez al tiempo que se exige como contrapartida el cumplimiento de compromisos y deberes de los niños para con la familia, la sociedad y el estado.
Por primera vez, efectos de la post - modernidad, los niños quieren ser protagonistas, actores principales. Quieren ser escuchados y tenidos en cuenta por los adultos, sin condescendencia paternal, de muchos temas que les inquietan como: el cuidado de la naturaleza, la guerra, la paz, el trabajo infantil y la enseñanza: ¿Me pregunto si estarán de acuerdo con el discurso desculpabilizador de los adultos de que importa mas la calidad que la cantidad del tiempo?, ¿No anhelan ambos con igual intensidad?.
Los niños y las niñas empiezan a organizarse, a debatir en foros y asambleas, a hacerse ver y oír en los medios de comunicación social. Y no pensemos, como adultos, que son “cosas de niños”, “niñerías”. Ellos lo toman con seriedad y juicio. A los adultos nos tocará, así sea a regañadientes, aceptar la dinámica de su entusiasmo, la lógica de sus razonamientos y respetar sus decisiones. Y está bien que exijan sus derechos y atiendan compromisos. ¿No son ellos las víctimas del desplazamiento forzado?, ¿De la violencia política?, ¿ De la pobreza ? ¿Y de la explotación sexual y laboral de los adultos?.
El artículo 44 de la Constitución dice que:
“La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos”.
Da, inclusive, prerrogativa de los derechos de los niños sobre las demás personas. Es pues, una expresa corresponsabilidad que no puede ser relegada o diluida. Una corresponsabilidad que no está siendo asumida en forma coordinada, eficaz y concertada. No basta con manifestar indignación generalizada o solidaridad colectiva ante el drama o sufrimiento de un niño en particular. Tenemos que redoblar esfuerzos, ir mas allá de las campañas preventivas, de los esfuerzos institucionales para que el “Pacto por la Infancia” no sea el programa de una década, de un gobierno o de un organismo internacional o un mandato constitucional sino el compromiso y la responsabilidad suprema de la familia, la sociedad y el estado.
BIBLIOGRAFIA
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KIKSGERG, Bernardo. Hacia una gerencia social eficiente, algunas cuestiones claves. I Congreso Interamericano del CLAD sobre la reforma del estado y la administración pública. Río de Janeiro. 1996.
NACIONES UNIDAS. Informe de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social. Copenhague. 1995.
MORIN, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa. España. 1996.
ASUNTOS SOCIALES. Revista bibliográfica. Centro de información sobre niñez y familia. Fundación Rafael Pombo. Santafé de Bogotá. Vol. 10, # 20. 1996.
ANGEL Echeverry, Ligia. Familia y política social en la década de los 90. Documento.
CONGRESO LATINOAMERICANO DE FAMILIA, SIGLO XXI: Hacia la construcción de una vida cotidiana diferente. Memorias. Medellín. 1994.
BASES PARA LA FORMULACIÓN DE UNA POLÍTICA DE ATENCIÓN INTEGRAL A LA FAMILIA. Comité Interinstitucional de familia, CIF. Medellín, 1993.
[1] Las famiempresas y el trabajo a domicilio son las formas nuevas de recomposición de la familia como unidad de producción y de consumo.
[2] La crianza humanizada propone el logro de cinco metas de desarrollo de la infancia; autoestima, autonomía, credibilidad, solidaridad y felicidad.
[3] La Fundación para el Bienestar Humano ha realizado varias investigaciones evaluativas que confirman la validez de la educación familiar preventiva para propiciar cambios positivos de actitud y de comportamiento.